domingo, 28 de abril de 2013

El sueño del hombre en marte.



Araceli es española, tiene 28 años, un piercing en la nariz y fotografías del astronauta español Pedro Duque en las paredes de su habitación.
Roberto es chileno, tiene 34, es un militar aficionado a la observación de estrellas y vive en Antofagasta, considerada por algunos la "capital mundial de la astronomía".
Alondra es mexicana, tiene 33, está soltera e insatisfecha con su vida y ha puesto en su perfil: "Necesito saber, necesito ver, necesito sentir".
Todos ellos, junto a otros cientos de personas más, de todas partes del mundo, quieren viajar a Marte.


No les importa que para hacerlo deban someterse antes a siete años de duro entrenamiento, ni que el viaje consista en permanecer confinados junto a varias personas en una reducida cápsula durante seis meses, ni que toda su vida vaya a ser transmitida por televisión a todo el mundo.
Pero, sobre todo, no les importa que el boleto sea solo de ida. Es decir, que una vez que dejen el planeta Tierra nunca más regresarán. Están dispuestos a dejar su vida atrás para comenzar una nueva en otro mundo, un lugar completamente desconocido.
Hasta el cierre de esta edición, más de 240 personas se habían anotado como voluntarios en la página web de Mars One, la ONG holandesa que ha anunciado su proyecto de instalar la primera colonia humana en el planeta rojo en el 2023. En la web se pueden ver sus datos, un breve perfil y un video en el que exponen sus razones para emprender esta insólita empresa.
Estos 240 ciudadanos terrícolas creen reunir las condiciones que Mars One ha puesto para seleccionar a los elegidos: ser fuertes física y emocionalmente, tener buen humor y tener gran capacidad de adaptación, de improvisación y de trabajo en equipo.
Gran hermano espacial
Si son elegidos y el proyecto tiene éxito, en setiembre de 2022 partirán de la Tierra y en abril de 2023 llegarán a Marte. Allí vivirán en domos, consumirán energía generada por paneles solares, extraerán el agua de la tierra y cultivarán en ella sus alimentos. Y se multiplicarán. Claro, si todo sale como lo imaginan.
Mars One calcula que todo el proyecto costará unos 6 mil millones de dólares. Planea financiarlo convirtiendo todas sus etapas –entrenamiento, viaje, colonización– en un reality, cuyos derechos de transmisión venderá a cadenas de todo el mundo. De hecho, ya reclutó al productor ejecutivo de la telefranquicia Big Brother (Gran Hermano). Algunas voces han criticado que una experiencia científica de dimensiones históricas como esta termine banalizada como un producto de consumo. Bas Lansdorp, vocero de la institución, dice que un objetivo tan ambicioso justifica el uso de esta estrategia. "El objetivo de Mars One es llevar humanos a Marte. Necesitamos el interés del mundo para hacer que esto ocurra".
Ejército de naves
El sueño de colonizar Marte es tan viejo como la certeza de su existencia (que viene desde la antigüedad). Pero fue recién en 1952 cuando un científico alemán ideó un plan concreto para llevarlo a cabo. En su libro Proyecto Marte, Wernher Von Braun propuso enviar una expedición científica de 10 naves tripuladas por 70 astronautas cada una, dispuestas a enfrentarse a lo que se encontraran. Contra lo que podría pensarse, no se trataba de un loco sino de un brillante ingeniero de cohetes que en plena II Guerra Mundial fue reclutado por los Estados Unidos y terminó trabajando en el equipo de científicos que hizo posible el Programa Apolo y la llegada del hombre a la Luna. En 1969, actualizó su proyecto –con menos naves y menos tripulación– y lo presentó a la NASA. Las naves tendrían alas como los aviones y descenderían sobre el polo norte marciano. Desde allí, los astronautas caminarían unas 4 mil millas hacia el ecuador, donde construirían un campamento y una pista de aterrizaje para las otras naves que llegarían. La idea resultaba tan fantástica que hasta los estudios Disney le dedicaron tres programas especiales. Pero el gobierno de Nixon dijo que no.
A fines de los setenta, la NASA le encargó a Thomas Paine preparar un plan de colonización. Lo que él entregó fue algo tan ambicioso que los asustó. Empezaba con la instalación en la Luna de una industria, con vehículos como remolcadores nucleares y transbordadores espaciales totalmente reutilizables. Había que construir cien estaciones espaciales que flotarían en la órbita de la Tierra. Los transbordadores irían de las estaciones a la Luna y a Marte. Solo en los 20 lanzamientos del cohete Saturn V que se requerían para esta estrategia se habría invertido 10 mil millones de dólares al año. Un poco caro. Por supuesto, la administración de Reagan mandó el proyecto al archivo.
Misión Marte el 2030
En los noventa, George Bush padre resucitó el interés por Marte al crear la Iniciativa de Exploración Espacial. El plan contemplaba la construcción de una estación espacial para el año 2000 y una expedición a Marte después de 2010. Se requerirían tres expediciones en total para construir una base en el planeta rojo. Pero los 440 mil millones de dólares presupuestados asustaron al Congreso. Además, algunos entendieron que a Bush lo motivaba más su deseo de darles algo que hacer a sus amigos contratistas militares que un real interés por explorar el sistema solar.
Su hijo, George W. Bush, resultó igual de ambicioso y creó el Programa Constelación, que planeaba construir naves espaciales para volver a la Luna en el 2020 y emprender misión a Marte en el 2030. Requería de 35 mil millones de dólares. Avanzó en el diseño de la nave espacial principal, el Crew Exploration Vehicle y poco más. En 2010, Barack Obama ordenó su cancelación. Una comisión independiente realizó una auditoría y concluyó que estaba retrasado, sobrepresupuestado y que era insostenible.
Ese año, en medio de críticas de gente como Neil Amstrong (el primer hombre que pisó la Luna), Obama aseguró que su gobierno estaba comprometido con las misiones espaciales tripuladas, pero que había que hacerlas de forma inteligente. Poco después, el director de la NASA anunció que la agencia dejaba de ocuparse de los viajes a la Estación Espacial Internacional, en la órbita terrestre, que dejaba en manos de empresas privadas, para concentrarse en la exploración del espacio y las misiones a Marte.
La idea, ahora, es viajar a un asteroide en el 2025 y llegar al planeta rojo en el 2030.
Lo más complicado de la travesía, sin embargo, sigue siendo no cómo llegar sino cómo regresar. No hay forma de que las naves lleven el combustible suficiente para el viaje de retorno. Según algunos cálculos, si la misión a Marte fuese solo de ida podría costar hasta 10 veces menos.
Por esa razón es que Mars One no suena tan descabellado para algunos estudiosos. Ya en 2010, en un artículo publicado en el Journal of Cosmology, dos científicos norteamericanos habían propuesto enviar astronautas que no volvieran jamás. Hablaron de recuperar la mística de exploradores como Cristóbal Colón y Roald Amundsen. Quizás Roberto, Araceli o Alondra se conviertan en los futuros pioneros del cuarto planeta. Si la bizarra idea de Mars One llega a concretarse.












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